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Nutrición y síndrome metabólico
Revista Española de Salud Pública 2007;81(5): 489-505
MATÍA MARTÍN P, LECUMBERRI PASCUAL E, CALLE PASCUAL AL
Revista Española de Salud Pública 2007;81(5): 489-505
Resumen del Autor:
Existe suficiente evidencia sobre la asociación de alteraciones en
el metabolismo de la glucosa, las lipoproteínas, la acción de la insulina,
la hipertensión y la obesidad de distribución central. Esta asociación
se denomina Síndrome Metabólico. A pesar de que ha sido cuestionada
su existencia por la ADA y la EASD, es una herramienta útil
que permite identificar a las personas que tienen un alto riesgo de desarrollar
enfermedad cardiovascular. El síndrome metabólico y sus
componentes individuales se asocian a una elevada incidencia de
enfermedad cardiovascular. La obesidad y el sedentarismo son factores
de riesgo subyacentes en la ruta patogénica de este síndrome, por
tanto la modificación de los hábitos de vida es una intervención de primera
línea en la prevención y tratamiento de la resistencia insulínica,
la hiperglucemia, la dislipemia aterogénica y la hipertensión arterial.
La reducción ponderal y el ejercicio son las claves del plan global, pero
entre los tratamientos no farmacológicos la dieta permanece como una
de las estrategias de reducción del riesgo cardiovascular más importantes.
Estudios epidemiológicos han observado que una ingesta elevada
de azúcares simples, de alimentos con alto índice glucémico y de dietas
con alta carga glucémica se asocian a resistencia insulínica, diabetes
mellitus tipo 2, hipertrigliceridemia y cifras bajas de colesterol-
HDL. Un bajo consumo de grasa saturada a favor de ácidos grasos
poliinsaturados y monoinsaturados se ha implicado en una reducción
de la incidencia de diabetes mellitus tipo 2 y dislipemia, aunque continúa
el debate. La fibra dietética de cereales no refinados ha sido beneficiosa
en la reducción del riesgo de diabetes. Entre los patrones dietéticos,
la dieta mediterránea se ha visto relacionada con una menor
incidencia de diabetes y con una reducción del riesgo de muerte. Estudios
de intervención para la prevención de diabetes tipo 2 han propuesto
dietas hipograsas (reduciendo grasa saturada y trans-), con alto aporte
de fibra y con bajo índice glucémico. Ensayos clínicos han
demostrado el beneficio de dietas con baja cantidad de carbohidratos,
bajo índice glucémico y de las dietas mediterránea y DASH en la
reducción de la dislipemia aterogénica. Actualmente no existe una
buena evidencia para elegir dietas con restricción de carbohidratos. En
cambio, distintas guías recomiendan dietas hipocalóricas con bajo contenido
en grasas saturadas, grasas trans-, colesterol y azúcares a favor
del consumo de frutas, verduras, cereales no refinados y pescado.
Existe suficiente evidencia sobre la asociación de alteraciones en
el metabolismo de la glucosa, las lipoproteínas, la acción de la insulina,
la hipertensión y la obesidad de distribución central. Esta asociación
se denomina Síndrome Metabólico. A pesar de que ha sido cuestionada
su existencia por la ADA y la EASD, es una herramienta útil
que permite identificar a las personas que tienen un alto riesgo de desarrollar
enfermedad cardiovascular. El síndrome metabólico y sus
componentes individuales se asocian a una elevada incidencia de
enfermedad cardiovascular. La obesidad y el sedentarismo son factores
de riesgo subyacentes en la ruta patogénica de este síndrome, por
tanto la modificación de los hábitos de vida es una intervención de primera
línea en la prevención y tratamiento de la resistencia insulínica,
la hiperglucemia, la dislipemia aterogénica y la hipertensión arterial.
La reducción ponderal y el ejercicio son las claves del plan global, pero
entre los tratamientos no farmacológicos la dieta permanece como una
de las estrategias de reducción del riesgo cardiovascular más importantes.
Estudios epidemiológicos han observado que una ingesta elevada
de azúcares simples, de alimentos con alto índice glucémico y de dietas
con alta carga glucémica se asocian a resistencia insulínica, diabetes
mellitus tipo 2, hipertrigliceridemia y cifras bajas de colesterol-
HDL. Un bajo consumo de grasa saturada a favor de ácidos grasos
poliinsaturados y monoinsaturados se ha implicado en una reducción
de la incidencia de diabetes mellitus tipo 2 y dislipemia, aunque continúa
el debate. La fibra dietética de cereales no refinados ha sido beneficiosa
en la reducción del riesgo de diabetes. Entre los patrones dietéticos,
la dieta mediterránea se ha visto relacionada con una menor
incidencia de diabetes y con una reducción del riesgo de muerte. Estudios
de intervención para la prevención de diabetes tipo 2 han propuesto
dietas hipograsas (reduciendo grasa saturada y trans-), con alto aporte
de fibra y con bajo índice glucémico. Ensayos clínicos han
demostrado el beneficio de dietas con baja cantidad de carbohidratos,
bajo índice glucémico y de las dietas mediterránea y DASH en la
reducción de la dislipemia aterogénica. Actualmente no existe una
buena evidencia para elegir dietas con restricción de carbohidratos. En
cambio, distintas guías recomiendan dietas hipocalóricas con bajo contenido
en grasas saturadas, grasas trans-, colesterol y azúcares a favor
del consumo de frutas, verduras, cereales no refinados y pescado.
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Notas:
Palabras clave:
ID MEDES:
37581
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