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¿Cuáles son los principales errores que cometemos los cirujanos en el tratamiento del cáncer de páncreas?
Cirugía Española 2006;79(4): 215-223
FERNÁNDEZ JA, PARRILLA P
Cirugía Española 2006;79(4): 215-223
Resumen del Autor:
<FONT FACE="B Helvetica Bold" SIZE=2>Esta revisión permite identificar 2 grandes errores de concepto. El nihilismo terapéutico, que debemos desechar a la vista de los resultados que la cirugía proporciona en la actualidad, y la no-centralización, al haberse demostrado mejores resultados, tanto en términos de morbimortalidad como de supervivencia, en centros de alto frente a los de bajo volumen. <FONT FACE="B Helvetica Bold" SIZE=2>En cuanto a los errores de tratamiento, esta revisión permite identificar otros muchos, entre los que destacamos: menospreciar la historia clínica, que posee un gran valor y sigue siendo el pilar sobre el que afianzar todo el proceso diagnóstico; el empleo sistemático del drenaje biliar preoperatorio, antes considerado como obligatorio, y que debe emplearse de forma muy selectiva en pacientes con ictericias intensas o con infecciones de la vía biliar; considerar de escasa fiabilidad las pruebas de imagen preoperatorias, cuando
las técnicas radiológicas actuales, en especial la tomografía computarizada helicoidal, proporcionan una fiabilidad a la hora de establecer la resecabilidad tumoral muy alta, por lo que debemos confiar en ellas a la hora de planear cualquier tratamiento (más aun, esa alta fiabilidad radiológica ha hecho que la estadificación laparoscópica haya perdido valor diagnóstico); disponer de un diagnóstico histológico preoperatorio, que no es obligatorio excepto en el caso de que planteemos una terapia neoadyuvante o que sospechemos formas tumorales que precisen otro tratamiento distinto al quirúrgico; despreciar el empleo de la paliación biliar quirúrgica, pues ésta posee mejores resultados a largo plazo que la instrumental, por lo que aún desempeña un papel en pacientes con buen estado general con expectativa vital prolongada; la realización sistemática de una derivación digestiva junto a la biliar, pues sólo debe efectuarse en caso de tumores del uncinado u obstrucción digestiva inminente;
el uso de técnicas quirúrgicas suprarradicales, como la pancreatectomía regional, la total o la extendida, pues no prolongan la supervivencia tras resección (más aun, el empleo de las resecciones vasculares sólo se justificarían en caso de que pudiéramos hacer una resección con márgenes libres); despreciar el control postoperatorio estricto en el seno de unidades especializadas, pues éste es clave en la reducción de las tasas de morbimortalidad de esta cirugía, y finalmente, y ante la presencia de un incidentaloma pancreático intraoperatorio, efectuar maniobras diagnósticas como la toma de biopsias o la movilización pancreática, pues sólo dificultarían la interpretación radiológica posterior y una posible intervención quirúrgica.
<FONT FACE="B Helvetica Bold" SIZE=2>Esta revisión permite identificar 2 grandes errores de concepto. El nihilismo terapéutico, que debemos desechar a la vista de los resultados que la cirugía proporciona en la actualidad, y la no-centralización, al haberse demostrado mejores resultados, tanto en términos de morbimortalidad como de supervivencia, en centros de alto frente a los de bajo volumen. <FONT FACE="B Helvetica Bold" SIZE=2>En cuanto a los errores de tratamiento, esta revisión permite identificar otros muchos, entre los que destacamos: menospreciar la historia clínica, que posee un gran valor y sigue siendo el pilar sobre el que afianzar todo el proceso diagnóstico; el empleo sistemático del drenaje biliar preoperatorio, antes considerado como obligatorio, y que debe emplearse de forma muy selectiva en pacientes con ictericias intensas o con infecciones de la vía biliar; considerar de escasa fiabilidad las pruebas de imagen preoperatorias, cuando
las técnicas radiológicas actuales, en especial la tomografía computarizada helicoidal, proporcionan una fiabilidad a la hora de establecer la resecabilidad tumoral muy alta, por lo que debemos confiar en ellas a la hora de planear cualquier tratamiento (más aun, esa alta fiabilidad radiológica ha hecho que la estadificación laparoscópica haya perdido valor diagnóstico); disponer de un diagnóstico histológico preoperatorio, que no es obligatorio excepto en el caso de que planteemos una terapia neoadyuvante o que sospechemos formas tumorales que precisen otro tratamiento distinto al quirúrgico; despreciar el empleo de la paliación biliar quirúrgica, pues ésta posee mejores resultados a largo plazo que la instrumental, por lo que aún desempeña un papel en pacientes con buen estado general con expectativa vital prolongada; la realización sistemática de una derivación digestiva junto a la biliar, pues sólo debe efectuarse en caso de tumores del uncinado u obstrucción digestiva inminente;
el uso de técnicas quirúrgicas suprarradicales, como la pancreatectomía regional, la total o la extendida, pues no prolongan la supervivencia tras resección (más aun, el empleo de las resecciones vasculares sólo se justificarían en caso de que pudiéramos hacer una resección con márgenes libres); despreciar el control postoperatorio estricto en el seno de unidades especializadas, pues éste es clave en la reducción de las tasas de morbimortalidad de esta cirugía, y finalmente, y ante la presencia de un incidentaloma pancreático intraoperatorio, efectuar maniobras diagnósticas como la toma de biopsias o la movilización pancreática, pues sólo dificultarían la interpretación radiológica posterior y una posible intervención quirúrgica.
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Notas:
Palabras clave:
ID MEDES:
33178
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